La Academia Boliviana de Literatura Infantil y Juvenil se adhiere a las celebraciones y recuerdos de la obra de Alfaro, en éste, el Año del Poeta de los Niños.
Su obra poética fue la piedra fundacional de la literatura infanto-juvenil boliviana. No solamente se acercó a los niños y niñas desde su vocación de maestro, sino que físicamente hizo grandes esfuerzos por acercar el libro a sus manos, produciendo cuentos de corte pequeño y precio asequible, algo que sigue siendo una gran necesidad para la mayoría del territorio nacional.
Fallecido el 25 de diciembre de 1963, dejó muchas obras inconclusas y un gran vacío entre los pioneros de la LIJ, que un 12 de enero de 1964, apenas un mes después, conformaron la Unión de Poetas para Niños. Alfaro debió ser parte activa de este grupo, conformado por Hugo Molina Viaña, Yolanda Bedregal, Rosa Fernández de Carrasco, Elda Alarcón de Cárdenas, Beatriz Schulze, Paz Nery Nava y Alberto Gutiérrez Guerra.
Aquí una pequeña contribución respecto a la importancia del cuento maravilloso, un género que Alfaro supo explotar como nadie y que nos ha regalado algunos de los más bellos cuentos de su repertorio. Siempre del lado de lo correcto y en contra de la vanidad, estos cuentos podrán herir las sensibilidades de los adultos, pero siembran en los niños el sentido de la justicia, de manera escrupulosamente acorde al género.
El cuento maravilloso no se circunscribe a los cuentos de hadas o duendes, quienes aparecen muy poco en la narrativa de Alfaro. En el cuento La caja de fósforos la niña enciende fósforos y encuentra duendes en sus cabecitas; cuando le van a conceder un deseo, ruega a los duendes por infinidad de vestidos y zapatos, y ellos, pensando que su reclamo se ha tornado avaricioso, quieren castigarla.
Sin embargo, la última cabecita de fósforo se enciende y el duende puede escuchar la razón del pedido. No son para ella, estos montones de vestidos y zapatos son para todas las niñas del barrio, de la ciudad, que andan en harapos. Los duendes deciden rectificar su error, pero no hay magia en el mundo que alcance ante tanto desamparo. El duende decide entonces continuar con la tarea día a día, y llegar a los varoncitos también. Es por eso que todo niño, por pobre que sea, algún día recibirá un traje y un par de zapatitos relucientes.
Ahí radica la fortaleza de la narrativa de Alfaro, un solo elemento mágico puede bastar para transportarnos a un mundo distinto, donde todo es posible: En El pájaro de fuego (con la ilustración icónica de Roser Puig), es un pájaro de vivo color rojo quien espanta a propios y extraños. Es tal su color, que cuando se para a beber agua parece una llamarada posada sobre la superficie. Al posarse sobre un ceibo, decide disfrazarse de flor, y para ello, se perfuma frotándose contra los pétalos de flores silvestres… cuando empieza a comer mariposas, las avispas deciden castigarlo… pero el viejo tronco de ceibo ha creído que este pájaro era una flor suya, y, contento, ha vuelto a vivir y derramar flores coloradas como su salvador.
En El sapo que quería ser estrella el sapo come luciérnagas, que son quienes lo iluminan por dentro y lo elevan por los aires. Tal es su contento, que el sapo se pone a cantar, su vanidad le hace perder el cuidado, y con su canto su brillo interior se irá escapando… hasta que el sapo, vuelto en sapo otra vez, caiga estrepitosamente desde su altura prestada.
En El traje encantado, el hijo caprichoso del rey quiere quitarle el traje al mago, y lo amenaza cruelmente con hacerse un forro con su propia piel si no se cumple su deseo. El mago logra escapar, pero deja una maldición en su traje: éste aprieta y sofoca al niño y, cuando ya casi está por acabar con él, el rey le ruega su liberación. El mago lo detiene, pero solamente podrá quitárselo si el rey ordena que se remedien todos los males que el príncipe hizo. Solo podrá irse abriendo con cada obra buena que se realice.
¿Debe un niño ser torturado para aprender a hacer el bien? ¿Merecen las hermosas mariposas, en El reino de las mariposas, ser clavadas vivas por el príncipe en su insectario como castigo a su vanidad?
El castigo de los poderosos, la lucha encarnizada y feroz por salvar la vida de un sapito que logra abrir un hueco en el vientre de la víbora en El templo submarino, la muerte por amor a su arte del niño que pinta con su propia sangre en El niño pintor, sorprenden por su descripción y fuerza. En ellos, la sangre salpica y la violencia está presente.
¿Son apropiados estos cuentos terribles para los niños de hoy? En estos tiempos tibios, de lo políticamente correcto, garantizamos que herirán sensibilidades, pero darán en qué pensar. Observador fiel de una época muy dura para los niños y niñas de Bolivia, su voz se alza en alto denunciando permanentemente los abusos de los poderosos, el peligro del orgullo y la vanidad, el escarmiento constante al que fueron sometidos los humildes.