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Willem Dafoe en entrevista habla sobre Spider-Man, su carrera, moda y futuro | GQ LargeChevron Menu Close Facebook Instagram Twitter YouTube Pinterest Facebook Twitter Pinterest Facebook Instagram Twitter YouTube Pinterest LargeChevron

Dafoe se curtió como actor en el Nueva York de mediados de los 70, después de mudarse de Wisconsin a los 21. "Nueva York estaba en una situación terrible", dice, "era una ciudad violenta, era una ciudad corrupta, pero para un joven era un lugar muy emocionante". Se relacionó con un grupo artístico y empezó a hacer teatro de vanguardia con una compañía llamada The Wooster Group. Dice que esos primeros años le "transformaron", ya que montaba espectáculos improvisados que resaltaban lo físico: "Me sentí muy emocionado y se me despertó el deseo de ser un artista de algún tipo. Lo más importante que aprendió en aquella época fue "abordar las cosas a través de la acción, del hacer, de la actuación orientada a la tarea, no tanto como un intérprete, no tanto como un ser emotivo que está ahí para guiar al público en el viaje, sino para tener una experiencia".

Cuando Dafoe habla de su proceso de actuación, utiliza mucho la palabra "contacto". Suele referirse al tacto de una escena de lucha, o a la cercanía al proceso y al material. Pero a veces es más literal. Cuando estaba rodando El faro, la fantasía psicológica de Robert Eggers sobre dos fareros varados, disfrutó de un rodaje en medio de una tormenta real en el culo de Nueva Escocia: "No fue agradable, pero sí placentero. Estás viviendo una experiencia. Hay ciertas cosas que no puedes imitar, ya sabes, el enrojecimiento de la piel, cuando estás fuera con un tiempo brutal, la forma en que te sientes hacia una estufa caliente cuando te estás congelando todo el día".

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Dice que le gusta "convertirse en una criatura" para los directores con los que trabaja. "Me gusta que alguien necesite que hagas algo por él", dice, "y eso te libera de una especie de ilusión y de una cierta visión egocéntrica. Pero si tienes una buena relación con esa persona, y te pone en una situación que te empuja, vas a aprender algo".

El director de No Way Home, Jon Watts, lo entiende: "Ya había creado el personaje [del Duende Verde] con Sam Raimi, así que conocía los lugares locos a los que estaba dispuesto a llegar. Pero, ¿verlo pasar realmente a dos metros de ti? Una vez rodé un proyecto con dos lobos en un pequeño apartamento de Nueva York. Hubo momentos en los que me sentí así".

¿Los elementos externos que influyen en estos rodajes terminan por hacer que estos proyectos se sientan más reales? "Real es una palabra curiosa, porque he hecho cosas muy artificiales, que realmente disfruto. Se trata del contacto". Ahí está de nuevo. No está hablando directamente de No Way Home, pero bien podría hacerlo: "Se trata de que el mundo se caiga y de hacer algo que hable por sí mismo, y que no apunte a otra cosa".

Aunque está claro que siente mucho amor por las superproducciones en las que ha participado, da la impresión de que son los trabajos más duros los que realmente le satisfacen. Por ejemplo, La última tentación de Cristo, de Martin Scorsese, que se rodó durante 58 días en el calor seco de un desierto marroquí en 1987: "Cuando terminé, me sentí agotado. Y esa es una sensación agradable. Es agradable cuando haces lo que tienes que hacer, no lo que quieres hacer. Porque eso te sostiene".