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¿Mi poder en el Tik Tok? - El Comercio

Gonzalo Ruiz Álvarez

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Son los tiempos que corren. Ataviados con zapatos deportivos color rojo, los políticos y algunos protagonistas de primera línea prefieren no hacerce rollo. Un Tik Tok y resuelta la tarea de la comunicación. Tiempos de levedad.Es verdad que en una campaña electoral funciona, y de hecho funcionó y tampoco pasa nada si se acude a esta metodología en la sociedad líquida y acotada a los 280 caracteres de un trino o los segundos de un animado Tik Tok con millones de vistas.Pero así no se puede ni se debe gobernar. Si antes se criticó a los bailarines improvisados y cantantes desafinados los tiktoqueros debieran aportar algo más que la entretenida actividad de grabarse mensajes, lucir sus galas o los ya célebres zapatitos rojos.Sabemos que en los tiempos de las autopistas de la información en esta aldea global circulan millones de mensajes y las ideas parecen condenadas a la soledad de los libros, referencia distante y exótica arrumada en bibliotecas que probablemente ningún ser contemporáneo jamás vaya a esculcar.Esas mismas masas líquidas o gaseosas son las consumidoras de slogans y deploran los lemas. Les sirve el meme y no entienden el humor fino y estudiado. Les vale la frase lanzada como juego pirotécnico y pasan por alto el pensamiento profundo. La profundidad parece no servir y tampoco da votos.Las noticias falsas dominan el panorama y la mayoría de la gente no se toma la pequeña molestia de contrastar cualquier bulo que se lanza por las redes con millones de usuarios. El ejercicio de contrastación y verificación da pereza, muchos prefieren quedarse con la primera versión leída o escuchada por absurda que sea. Así crecen los ‘influencers’, tiktoqueros y tuiteros, que mueven voluntades y recaban millones para las grandes empresas que están detrás, muchas veces sin saberlo, de ingenuos públicos e instrumentalizados comunicadores de ocasión. Más vale un minuto de fama. Que los análisis, los hagan los intelectuales, para eso están.En esta vorágine de los tiempos que corren la comunicación oficial parece sumarse despreocupada a la marea. Pese a algún ofrecimiento de apertura y de terminar con la era de las entrevistas pactadas, la realidad es que a la gran mayoría de los ministros del nuevo gabinete les tiene sin cuidado ese ejercicio de responder cara a cara las interrogantes de un medio tradicional de mucho interés como es la radio. Un minuto de TV cautiva y luce más atractivo a la popularidad. Acaso será que muchos de los primerizos en la arena política, algunos con pergaminos y grandes títulos y experiencia privada, todavía no saben cómo le entra el agua al coco de la administración pública o temen ser víctimas de sus propios vacíos.Apenas un puñado de personajes del gabinete aceptan entrevistas radiales, otros rehuyen. En México, donde ya están de vuelta en muchas cosas para bien y para mal, los personajes están volviendo a ver a los medios tradicionales, donde la información puede ser menos pintoresca pero es de fondo y se llega más. Los medios tradicionales hacen pulso con las bandas de tuitiriteros.

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