Por Cecilia Casero
Ayer por la mañana todo olía a nuevo en la calle Jaramagos. La recién estrenada nave La Mosca, engalanada con una moqueta rosa chicle para la ocasión, se preparaba para acoger el primer desfile de prêt-à-porter de ABRA, la firma fundada por Abraham Ortuño (Elche, 1987). El show se esperaba con expectación, no solo porque los eventos presenciales se hayan recuperado hace relativamente poco, sino porque la marca, pese a su todavía breve trayectoria, cuenta con una cohorte de seguidores bastante entregada que esperaba con muchas ganas descubrir cómo se declina el universo del diseñador en forma de ropa.
Pero poco importa lo corta o larga que sea su trayectoria al frente de su propia marca porque Ortuño tiene lo más valioso que puede tener alguien que dirige una firma, sea cual sea su producto estrella: un universo propio, reconocible y deseable. Que empezara diseñando bolsos y zapatos para luego empezar a hacer ropa o viceversa, poco importa. El resultado hubiera sido el mismo porque son partes complementarias de un todo. Las prendas que conforman su primera colección son un compendio de piezas que homenajean la cultura pop de la primera década de los 2000, desde la estudiada paleta cromática hasta los cortes asimétricos, pasando por el mensaje más dosmilero en fondo y forma que se pueda nombrar: la palabra ‘chic’ escrita con tipografía girly en cristales de strass. Pero también había espacio para reminiscencias situadas algo más atrás en el tiempo, como las que se intuyen en los polos de rugby oversize con cuello blanco que recuerdan, irremediablemente, a los Lo-Lifes, la tribu urbana que tomó Brooklyn a finales de los años 80 y que tenía una prenda –el polo– y una marca –Ralph Lauren– como símbolos de apropiación de los códigos visuales de la élite.
La colección de accesorios revisita algunos ya clásicos de la firma: kitten heels, botas altas –algunas con tarjetero incluido–, mules y botas a la altura del tobillo dominan la línea de calzado, mientras que la silueta baguette, las carteras con pinchos y los pequeñísimos clutches hacen lo propio en la parte de bolsos. Eso sí, aunque Ortuño está afincado en París, unos y otros se fabrican en Ubrique. El diseñador ha completado el look de la colección de primavera-verano 2022 con su primera cápsula de joyas desarrollada en colaboración con Suot Studio, un proyecto de joyería experimental que verá la luz el próximo 18 de octubre.
El casting ha sido otro de los focos discursivos del desfile: mujeres que esquivan lo normativo con orígenes, edades y siluetas diversas –con una amplia representación de la comunidad trans– que no hacía más que consolidar la narrativa que ha mantenido la marca desde sus orígenes, que no es otra que hacer prendas y accesorios para todes. “Siempre me ha encantado el calzado y me parecía una locura que todavía hubiera limitaciones para encontrar zapatos en tallas más grandes”, explicaba el diseñador en la entrevista concedida a Vogue España a finales de primavera refiriéndose al extenso tallaje de sus zapatos, disponibles también en números grandes. “Es importante que todo el mundo se sienta cómodo cuando vendes un producto como este. Creo que el mensaje más inclusivo es no poner más etiquetas”, argumentaba convencido.
El front row ha sido también una representación bastante diversa de perfiles: las actrices Ester Expósito y María León –apenas un día después de que se estrenara el videoclip de Alizzz en el que la intérprete juega con la metaficción retratando el auge y caída de la fama que padecen, principalmente, las mujeres–, pero también colegas de profesión como Alejandro Gómez Palomo, María Escoté, Miguel Becer de Manémané o María Lemus y Víctor Alonso, de Maria Ke Fisherman. En ABRA hay sitio para todes.