Todo apunta a que lo tenía que suceder para que tantas empresas se animasen a crear marcas o colecciones sostenibles –sin dejar de trabajar en integrar la responsabilidad de manera transversal– es que la sostenibilidad se convirtiera en un mercado interesante. Y puede que nunca llegue a ser, por definición, tan rentable como la moda rápida, pero ¿acaso hay otra alternativa?
Mientras todas estas preguntas se siguen replicando entre insiders, hay quienes no pierden de vista la entrada a escena de nombres que no solo reproducen los preceptos del fast fashion, sino que los acentúan, como es el caso de Shein. En mayo se convirtió en la app de compras más descargada en Estados Unidos, por delante de Amazon, Zara y H&M. Pese a la cuestionable ética detrás de su innumerable stock, recibe buenas críticas en redes sociales por su diversidad de tallas y mal no le debe ir pues contó con Khloé Kardashian como jurado de su concurso de talentos del diseño. Y en Business of Fashion ya han dedicado un artículo a desgranar el éxito de Edikted, que con menos de un año de vida ya es todo un fenómeno entre la generación Z. Los principios de su creador, Dedy Schwartzberg, recoge el medio, son los siguientes: “Moverse rápido, mantener bajos los costes de fabricación e inundar las redes sociales".
Quizás sea pronto para pensar en una despedida de la moda rápida y el panorama al que nos aboquemos no sea más que un reflejo de un presente polarizado en todos los aspectos, también, claro, en la moda: del slow fashion al fast fast fashion. La pregunta que debemos hacernos es, ¿en qué lado estamos?