En las arquivoltas de la portada sur de la iglesia fortificada de Ujué hay representada una escena de vendimia en el lado izquierdo donde se ven las hojas de vid, los pájaros picoteando, los animales de carga y las mujeres trabajando. El detalle puede parecer insignificante, pero es una crónica escrita en piedra que muestra que las mujeres participaban ya entonces activamente en las tareas del campo y que estas eran tierras de vino en los siglos del gótico. Y no de cualquier vino: según cuenta Luis Correa en su Historia de la Conquista del Reino de Navarra, en 1512, estando Luis XII en San Juan de Pie de Puerto (en Nueva Aquitania), hubo de mandar una nota al duque de Alba requiriéndole “vino de San Martín, porque lo que él bebía era muy malo". Se desconoce qué vino tenía allí el Delfín de Francia, pero menos mal que estaba el de San Martín de Unx.
De Ujué a San Martín de Unx se tarda menos de 10 minutos en coche. Cuando se llega ya huele a vino, como si el rastro de todas las vendimias pasadas se hubiera ido quedando pegado en las piedras de las casas. El pueblo es una rareza tanto geográfica como vinícola. Lo es por su agreste topografía y porque en pleno epicentro de la despoblación navarra se encuentran cinco bodegas (dentro de la Denominación de Origen Navarra) en las que las mujeres tienen mucho que decir. Esta es la apuesta de San Martín de Unx para tratar de frenar la despoblación: se lo han jugado todo a la garnacha y la apuesta les está saliendo bien.