Por Paloma Abad
Hablar de Zendaya (Oakland, 1996) es hablar de un icono temprano que, muy probablemente, perdurará a lo largo de las décadas como aquello a lo que aspiraba Lena Dunham: “Ser una voz de su generación”. Zendaya forma parte de esa nueva generación de estrellas que conoce perfectamente las reglas del marketing y está curtida en mil batallas con tutoriales de maquillaje en YouTube. Es decir, que sabe tanto como los maquilladores que viajan con ella de alfombra roja en alfombra roja. No lo decimos por decir, en octubre del año pasado aseguraba en Teen Vogue que muchas veces se encargaba de su propio maquillaje para eventos. “Cuando empecé a colaborador con maquilladores, me fijaba mucho en lo que hacían. Si me gustaba especialmente cómo alguien me hacía las cejas, miraba bien y lo intentaba replicar en casa”, defendía la actriz.
Prueba de ello es su estilismo y maquillaje en Malcolm & Marie (del director Sam Levinson, con el que había trabajado también en Euphoria). Fue todo un reto para la actriz: “Cuando tienes una idea, e inviertes en ella (durante el rodaje usaba mi ropa de verdad y me maquillaba y peinaba yo misma) es difícil no sentirte un poco insegura”, confesaba. Fue tan solo un poco más tarde de llevarse aquel Emmy histórico (la mujer más joven en lograrlo en su categoría) por su trabajo en Euphoria. Un evento para el que, por cierto, también se había delineado los ojos ella misma. “Realmente es intentarlo, fallar, y volver a intentarlo”, explica sobre su proceso creativo. Al otro lado de la pantalla en aquellos Emmy, Donniella Davy (ojos en naranja flúor con incrustaciones) y su equipo, también se llevaban el galardón a mejor maquillaje por esa serie que, ya no hay dudas, ha trazado el sendero estético a seguir por la generación z.
Por Alberto Sisí Sánchez
En esa misma entrevista del año pasado en Teen Vogue, la exestrella Disney aseguraba que entre los looks que más le gustaban estaban los tonos neutros clásicos: “Los marrones. Si te equivocas, solo tienes que añadir un poco más, no es un drama. Dicho esto, realmente amo una sombra amarilla potente. O un amarillo dorado. Y sé apreciar un labio rojo con el ojo limpio, acaso un poco de máscara. Cuando encuentras el rojo adecuado, puede cambiarlo todo, ¿sabes? Tiene que tener la suficiente luminosidad, profundidad, no demasiado azul, no demasiado esto, no demasiado lo otro… Generalmente me decanto por un rojo mate básico”. Entre sus favoritos, el Dragon Girl de Nars.
Zendaya se toma tan en serio sus cuidados faciales y capilares, que en su propia página web incluso tiene un apartado en el que explica, entre otras, su rutina antes de irse a dormir: "Limpio el maquillaje y la suciedad con las toallitas limpiadoras faciales African Black Soup de Shea Moisture. Uno de mis consejos más importantes para mantener la piel limpia es lavarse el maquillaje antes de irse a la cama. ¡No hay excusas!", asegura. A continuación, aplica el tónico Witch Hazel con pétalos de rosa (de Thayers) y termina con un aceite enriquecido con vitamina E (sugiere el de The Body Shop). Por supuesto, no olvida mencionar sus cosméticos habituales, en los que se incluye también una limpiadora que le ayuda a calmar un eczema que a veces le sale. Y protector solar. Eso siempre.
Durante la promoción del remake de Dvne, la actriz ha recurrido a los peinados de Antoinette y los locos y contemporáneos maquillajes de uno de sus maquilladores favoritos (y director creativo de la línea de maquillaje de Valentino), Raoúl Alejandre, que la convierte en una belleza de ciencia ficción (según la edición británica de Vogue). A destacar esos ojos futuristas, con tonos iridiscentes y magnéticos en un eyeliner reverso, sobre un rostro perfectamente limpio y cuidado que llevó en el screener de la cinta en Londres. El mismo equipo (la precisa Antoinette y el aún más exhaustivo Raoúl Alejandre) fue el que le ayudó a convertirse en la mayor sensación de la alfombra roja del Festival de Venecia en septiembre, con un vestido efecto piel de Balmain e increíbles joyas de Bvlgari.
Acaso el gran valor de Zendaya, lo que perdurará en el tiempo, es su capacidad para mimetizar su maquillaje con el entorno. Es decir: para ella, el maquillaje no es más que un modo más de expresión. Si se quiere disfrazar de Cenicienta, optará por sombras más azules y dulzonas; si está en el front row del desfile de H&M y Erdem, apostará por su lado más preppy; si quiere homenajear a Rei Kawakubo, Comme des Garçons y todo lo que hay en medio, pues se deja una melena afro bien cardada y un labial naranja; y si lo suyo es celebrar a Juana de Arco, pues a cortarse el pelo, ponerse la armadura y darle a la sombra plateada. Zendaya, como buen icono de la generación z, está dispuesta a servirse de toda la paleta cromática del maquillaje si eso le ayuda a divertirse y crear un personaje (que marcas centenarias como Lancôme, firma con la que colabora promocionando el perfume Idôle, han sabido capitalizar).
Las imágenes que demuestran que la actriz, estrella de portada de octubre de Vogue Reino Unido, ha rendido homenaje más de una vez a la estética de sus ídolos
Por Emily Chan
Celebra la libertad de expresión en todo su alcance, pero también se alegra mucho de pequeños detalles limitantes, como que sus padres no le dejaran depilarse las cejas (una de sus señas de identidad actuales) de pequeña. Así lo confesaba en 2019 a InStyle. “Desde que me empecé a preocupar por ellas, siempre las quise grandes. Recuerdo que fui a una esteticista a hacérmelas el día antes de empezar séptimo. Salí de allí con una más cuadrada y otra más redonda. Se veían delgadísimas, me rompió el corazón. Lloré mucho… ¡era antes de comenzar séptimo! ¡Era importante! Y estaba fastidiada porque mi 13 cumpleaños se acercaba. Me quejé a mi madre, pero ella solo me dijo: ‘Vuelven a crecer, Zendaya, Relax’. No quise escuchar".
Claire Stoermer, la madre de Zendaya, es un personaje recurrente en sus hábitos y conversaciones. También su padre, Kazembe Ajamu Coleman (que es su manager y tiene el apropiado nombre de @zendayas_dad en Twitter). Ambos la llevaron a su primera audición, la de Shake it up, cuando solo tenía quince años años. También son los responsables, según la propia actriz, de que siempre haya mantenido los pies en el suelo. De ella aprendió que crecer y quererse a uno mismo a veces lleva tiempo, y todos estamos en ese proceso. “Mi madre lo hizo a los 50. Le llamó su momento mariposa. Empezó a sentirse segura y entroncar más con quien era a los 40. Puede suceder en cualquier momento de tu vida. No hay que forzarlo. Tenemos que saber lo que ocurre y ser conscientes de que no pasa nada por no ir al ritmo de los demás”, decía en InStyle hace dos años, cuando aún vivía con ellos. Ahora vive sola, en una casa de dos plantas. Pero, por lo que parece, con sólidos (y creativos) cimientos.
Los 10 momentos de alfombra roja que anticiparon el look de Zendaya en los Oscar
Por Alice Newbold